Hay una película llamada Bajo Cero, Milagro en la Montaña; que trata de un chico con muchos problemas personales (drogadicción, carácter, familiares), quien logra reconciliarse con su pasado cuando se ve enfrentado a una situación de vida o muerte al encontrase perdido en Sierra Nevada a temperaturas bajo cero. La recomiendo mucho. Me hizo reflexionar sobre cómo muchas veces esperamos tocar fondo o encontrarnos en situaciones desesperantes para interesarnos en el tema sanar las heridas del pasado y reconciliarnos con él para poder seguir adelante en la vida.
Reconciliarse con el pasado requiere intencionalidad e implica llevar acabo varias acciones de manera deliberada:
- Dejar de reprimir los recuerdos dolorosos: La mente humana tiene el poder de “hacer desaparecer” selectivamente los recuerdos de traumas o situaciones dolorosas del pasado; pero el hecho de que éstas situaciones se encuentren desaparecidas del nivel consciente no significa que no sigan rondando nuestro subconsciente e inconsciente y por consiguiente, no han dejado de tener el poder de lastimarnos y afectar nuestra conducta de manera negativa. Algunas personas dirían “aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”, yo le agregaría: negar nuestra historia profundiza y refuerza las heridas y hace que se vuelvan más difíciles de tratar. Nadie quiere volver a revivir las heridas que creemos haber olvidado porque es muy doloroso regresar ahí; así que pensamos que el tiempo se encargará de sanar. Mis queridas amigas, el tiempo no sana. Las heridas no sanan solas. Olvidar no es sanar. Hasta que no vendemos esas heridas y apliquemos medicina, éstas no sanarán. La medicina se llama Perdón.
- Perdonar a quien nos lastimó: albergar rencor o resentimiento es como beber arsénico todos los días de nuestra vida a la hora del desayuno, es un veneno que nos mata lenta y dolorosamente. Mientras no perdonemos, somos esclavos de esa persona a la que guardamos rencor y nos hacemos más daño del que pudieron habernos causado. Perdonar es una decisión y un proceso, no sucede de la noche a la mañana y hay que ser intencional para lograrlo.
- Perdonarnos a nosotras mismas: muchas veces, cuando hemos cometido errores o hemos sido lastimadas, la vergüenza y la culpa se nos convierten en una pesada carga, haciéndonos sentir perseguidas por un fantasma y en ocasiones nos hacen sentir que llevamos grabado un estigma que simplemente no podemos hacer desaparecer. Nos persiguen como a Jacob lo persiguió el ser nombrado usurpador o como a Noemí la persiguió su amargura. La única forma de librarnos de la culpa y la vergüenza es perdonándonos a nosotras mismas.
- Entregarle a Dios nuestro pasado y permitir que intervenga en nuestro presente y futuro: El pasado puede ser parte de quienes somos, y mientras no le quitemos la autoridad, puede estar guiando muchas de las conductas autodestructivas que tengamos hoy. Por ejemplo, una mujer que continuamente cae en relaciones de pareja destructivas podría estar actuando guiada por la herida que causó un padre ausente o violento, repitiendo el patrón. Ahora bien, nuestro pasado no tiene por qué definir quienes seremos en el futuro, sólo Dios tiene el poder de redimir nuestro pasado, lo hizo al morir, anuló el acta de decretos que decía quiénes éramos y las penas que merecíamos, incluida una vida llena de dolor y resentimiento, y cargó con ello en la cruz, comprándonos la oportunidad de cambiar nuestro presente y ser las personas que fuimos diseñadas para ser.
Dios nos invita a abrazar un nuevo presente tomadas de su mano, libres de la sombra de nuestro pasado; Él no te creó para que vivas una pequeña vida en la que sobrevives o te sientes prisionera; te creó para cosas maravillosas, eres su obra maestra. Te invito a pedirle a Dios que te acompañe en una visita a lo profundo de tu corazón. Necesitas sanar. Necesitas perdonar. Necesitas romper pactos con el temor, con la soledad, con el aislamiento, con la autodestrucción, con la ira, con la depresión, con el abandono, nómbralo tú… eso que te está destruyendo por dentro, necesitas dejarlo aquí, ahora y recibir de Dios un nuevo nombre.
Hay una promesa de Dios para ti en la Biblia que dice “Yo les restituiré los años que comieron la oruga, el pulgón, el saltón y la langosta; mi gran ejército que envié contra ustedes”. (Joel 2:25 RVA-2015). Si lees el capitulo completo, Dios habla de volverse a Él, de caminar con Él. Caminar de la mano de Dios en ese proceso de reconciliación es la mejor forma de caminar.
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