Anteriormente estuvimos hablando del resentimiento y las consecuencias que éste tiene sobre el cuerpo, la mente y el espíritu. Si aún no lo has leído puedes hacerlo dando click en este link: https://wp.me/p9QI6o-1e
Ahora hablemos del antídoto, el camino del perdón. Considero que la elección entre el camino del resentimiento o el del perdón tiene mucho que ver con nuestra manera de pensar e interpretar las situaciones. De manera que, si tendemos a tomarnos personales las ofensas, nos permitimos experimentar dolor profundo cada vez que nos percibimos ante una injusticia o daño, y además de eso repetimos muchas veces para nuestros adentros nuestra historia de pena (que muchas veces hemos creado nosotras mismas) podríamos ser de las personas a quienes nos resulte difícil perdonar; por el contrario, si nos mantenemos alertas ante las emociones tóxicas y las canalizamos adecuada y oportunamente, tenderemos a ser personas más saludables y con una sensación general de bienestar, y que pueden perdonar fácilmente.
La decisión y acción de perdonar está íntimamente ligada a nuestro concepto de justicia:
- La perspectiva humana nos dice que la justicia es la virtud de dar a cada quien lo que corresponde, de acuerdo a las leyes vigentes. Según una amiga, abogada, en la justicia humana “si se quebranta una norma, hay una consecuencia”. Desde esta perspectiva, cuando una persona nos agrede, tenemos derecho a reclamar venganza, a exigir que obtenga la consecuencia que le corresponde debido a sus acciones. En este sentido, si yo fallo, también debería recibir el castigo o consecuencia que corresponde a mis acciones, pero muchas veces deseamos que las demás personas reciban su castigo, mientras que nosotras somos exoneradas del mismo.
- Desde la perspectiva divina, las cosas funcionan un tanto diferente. Dios, de hecho, es justo. El único justo. Él dice: “Mia es la venganza dice Jehová, yo pagaré” (Romanos 12:19) y, en efecto, Él ya pagó. Pagó hace más de 2000 años con cada gota de la sangre del cuerpo de Jesucristo. Pagó por todas las heridas que tú le has causado a otras personas, por todos los reclamos de venganza que había en tu contra, pero no solo eso, también pagó por esos mismos reclamos que existían contra esa persona que te hizo daño a ti. De esta forma la justicia de Dios queda traducida en misericordia y gracia hacia sus hijos. Misericordia porque sabe que somos humanos, que nuestra naturaleza nos va a inclinar hacia el mal, que nuestro egoísmo nos hará lastimarnos unos a otros y ha decidido proveernos del Camino para acercarnos a Él y darnos vida aunque merecíamos la muerte; y gracia porque a pesar de nuestras inclinaciones hacia el mal nos ama y sabe que sólo podemos perdonar cuando recibimos el ejemplo que Él nos dio, el perdón a través de la sangre de Jesucristo, y las fuerzas que sólo Él puede dar.
Tomando en cuenta ambas perspectivas, definamos qué es perdonar y qué se requiere para poder hacerlo. Perdonar es exonerar a un enemigo o agresor de la pena o el castigo que tiene merecido y los cuales el agredido tiene derecho de exigir. Es renunciar al derecho de venganza, reconocer que yo misma no soy justa por mis propios méritos sino que he sido justificada mediante la Sangre de Jesucristo y que por lo tanto puedo extender esa misericordia hacia mis hermanos. Acá no estamos hablando de una emoción, ni de un deseo ni de algo que sucede de repente. Perdonar es una decisión. Es un proceso deliberado que requiere varios ingredientes:
- Humildad: Para reconocer que yo también he fallado y he sido receptora de la gracia y el perdón de Dios y de las personas a quienes he herido. (Romanos 3:23-24, Romanos 5:6-8, Juan 3:16-17)
- Amor: Para ver en mi agresor a un hermano que va, de la misma manera que yo, caminando en un proceso de sanidad y perfeccionamiento buscando alcanzar la estatura de Cristo. (Efesios 4:32, Efesios 4:12-13)
- Intencionalidad: Para mantenerse en la actitud del perdón y decidir cultivar el amor en lugar de causar divisiones. (Proverbios 17:9)
- Perseverancia: Jesús mandó a perdonar a nuestros hermanos hasta 70 veces 7 (Mateo 18:22) y también nos manda en Lucas 17:4 a hacerlo repetidamente aunque nuestro hermano peque contra nosotras 7 veces en un mismo día!
Quiero invitarte a que des el paso hoy. Hay una libertad inigualable que te espera al otro lado de tu pequeña jaula de resentimiento. Pídele a Dios las fuerzas que necesitas para dar el primer paso y empezar a perdonar y él estará dispuesto no solo a eso, sino a acompañarte durante todo el proceso hasta que puedas abrazar tu libertad!
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