La paz se encuentra bajo la autoridad

La semana pasada fue una semana de muchos retos para mí en cuanto a la crianza de mis chicos. Hubo un momento en el que no sabía qué hacer y oré Dios para pedirle guianza. La respuesta vino rápidamente en mi lectura de dos libros en los que he estado meditando en las últimas semanas: «Cómo pastorear el corazón de tu hijo» (Tedd Tripp) y «Autoridad Espiritual» (Watchmann Nee). A través de la lectura comprendí que no estaba ejerciendo adecuadamente la autoridad que me ha sido investida por parte de Dios; pero esto también me remitió a evaluar mi desempeño en cuanto a aceptar la autoridad que ha sido puesta sobre mí y someterme a ella.

Por muchos años me he sentido feliz de que se me catalogue como una rebelde. He valorado la rebeldía como una virtud. Sin embargo, Dios me ha estado ayudando a comprender que la obediencia (una palabra que solía no ser parte de mi vocabulario) es lo que él espera de mi.

Es difícil describir el camino que me llevó a darme cuenta de que aquello que valoraba era en realidad un camino de los que parecen vida, pero su fin es muerte. Sin embargo, creo que una de las piezas que Dios usó en este entendimiento fue mi amor hacia mis hijos. Mi mayor deseo es que ellos puedan encontrar en Dios el camino de la vida y que vivan vidas que le honren a El; sin embargo, no lo estaba logrando: mi hijo mayor quería a sus 2 años y medio vivir para sí mismo y para sus deseos y yo se lo estaba permitiendo. De manera que, al ser confrontada, tomé acción inmediata y empecé a poner firmeza y a señalar algunos cuantos límites que a su corta edad tendría que haber tenido desde ya hace un tiempo. La respuesta se dejó venir de inmediato y fue abrumadora. Mi pequeño se resistiría con uñas y dientes a que se le quitaran las pequeñas libertades que se le había permitido. Fue agotador. Pero en medio del trabajo de paciencia, calmar berrinches y hacer seguir las reglas con amor y firmeza, tuve paz, de esa que realmente sobrepasa todo entendimiento (y toda circunstancia).

Fue entonces cuando comprendí que todos los seres humanos necesitamos límites, y que permanecer dentro de los límites que Dios nos ha señalado es lo que nos permite disfrutar de la paz que tanto anhelamos. Tomando la analogía de las ovejas usada en la Biblia, puedo entender que; como oveja, yo debo permanecer dentro del redil para que el pastor pueda cuidarme. Si yo decido alejarme del redil y vagar por las praderas o montañas a mi sabor y antojo, estaré expuesta a peligros como lobos, leones, caídas, tropezones, etc., fuera de los cuidados de mi Pastor, lo cual traería angustia, estrés y aflicción a mi alma. Por lo que, yo decido: la paz bajo la autoridad de Dios o la aflicción que traería la rebelión y anarquía.

De manera que quiero invitarte a que disfrutes la paz que puedes experimentar al someterte bajo la autoridad de Dios y de las personas que El ha puesto en autoridad sobre ti.

Bendiciones,

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