Resentimiento y perdón (I Parte)

Hace unos años tuve una jefa que nos hizo la vida complicada a mí y a mi grupo de amigos del trabajo, dejé de verla un tiempo y después de unos años me la encontré en el pasillo de la oficina.  Cuando la vi, sentí cómo se me revolvieron todas las vísceras y hasta me dieron nauseas, literalmente.  Me di cuenta que no la había perdonado, sino que por el contrario había permitido que el rencor y el resentimiento crecieran en mi corazón hasta convertirse en odio.  Toda esta situación me hizo reflexionar sobre cómo un acto pequeño como guardar rencor, puede tener consecuencias tan serias en cada área de la vida.   Entendamos el resentimiento como un enojo no expresado, reprimido; es vivir una y otra vez el dolor y enojo que se vivió en el pasado. Albergar resentimiento afecta las emociones, el cuerpo y el espíritu, veamos como:

  • Emocionalmente, el resentimiento degenera en otras emociones más severas, evolucionando en ira, odio y finalmente amargura.
    • La ira, es una emoción, que para efectos del tema que estamos tratando vamos a definir como: “un estado emocional caracterizado por sentimientos de enojo o de enfado y que tienen una intensidad variable”1 La ira, forma parte de una cadena relacionada de emociones que consisten en ira-hostilidad-agresividad, dentro del cual la ira tiene un valor central, me atrevería a decir causal; lo que nos puede hacer pensar que una persona llena de ira tiende a ser hostil y agresiva.  Alimentar la ira contra una persona se va convirtiendo lentamente en odio.
    • El odio, existen muchas definiciones respecto de esta emoción, Gaylin, citado en el libro “The Nature of Hate” (La naturaleza del Odio)2, “una emoción intensa e irracional, un desorden en la percepción en la que se engaña al pensamiento y necesita un objeto al cual adherirse”. Todas estas emociones desencadenan en violencia, agresión, aislamiento, depresión, profundizan el sentimiento de victimización y esclavizan a quien las alberga, desterrando poco a poco a la alegría, el amor, la esperanza y el agradecimiento.  El Dr. Don Colbert, en su libro Emociones que matan3, indica que  “Hay muy poco, si es que hay, amor en la persona que refleja extrema amargura, resentimiento, ira y odio.  El odio exige cada vez más espacio emocional hasta que lo llena todo y echa fuera toda emoción positiva.”, esto causa el advenimiento de la amargura.
    • La amargura, es una forma de depresión donde la persona se enfoca negativamente en el mundo exterior; es el estado airado del corazón y del espíritu de una persona que ha guardado un profundo resentimiento y se ha rehusado a perdonar.
  • Física y fisiológicamente; las emociones tienen siempre un componente fisiológico. En el caso de las emociones que estamos tratando, causan en el cuerpo las siguientes respuestas fisiológicas:  liberación de cortisol y otros neurotransmisores, aumento de la frecuencia cardiaca, aumento de la tensión muscular, incremento en el trabajo visceral, entre otros.  Recordemos que las emociones no mueren; cuando no las atendemos adecuadamente, las enterramos, vivas.  Esto significa que aunque decidamos no estar conscientes de lo que estamos sintiendo, nuestro cuerpo sí está teniendo los efectos que tales emociones despiertan, viéndose expuesto a una sobre-estimulación prolongada de las áreas que mencionamos.  Esto es lo que en psicología se llama “somatización“, refiriéndose al fenómeno mediante el cual las emociones que enterramos son expresadas a través de síntomas físicos, como dice el dicho popular, el cuerpo grita lo que el alma calla. De manera que esta estimulación prolongada y continua termina convirtiéndose en enfermedades, tales como:  artritis reumatoide, problemas cardiovasculares, desordenes gástricos, enfermedades autoinmunes, etc.
  • Espiritualmente: Analicemos la parábola del siervo que decidió no perdonar en Mateo 18:23-34, principalmente quiero resaltar los versos 32 al 34: “Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?”  Y, enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.  Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano”. (énfasis añadido), en Mateo 6:12, Jesús también nos enseña, a través el Padre Nuestro una lección importante: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”.  En estos textos veo dos temas principales:  a) Perdonar a otros es un requisito indispensable para poder recibir nosotros el perdón de nuestro Padre celestial (de gracia han recibido; den de gracia Mateo 10:8), b) el siervo que no perdona es entregado a los carceleros.  Las mismas emociones actúan como carceleros, pero también se mantienen puertas abiertas para que entidades demoníacas tengan autoridad sobre la vida de aquellas personas que no perdonan.

Qué terrible panorama el que tenemos por delante si tomáramos el camino del resentimiento; gracias a Dios tenemos la opción del perdón, de la cual hablaremos la próxima semana.  Bendiciones!

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  1. Pérez Nieto, Miguel Angel, Marta Ma Redondo Delgado y Leticia León, “Aproximaciones a la emoción de la ira: de la conceptualización a la intervención psicológica”, Revista Electrónica de Motivación y Emoción, http://reme.uji.es , Junio 2008.
  2. STERNBERG, Robert J.; STERNBERG, Karin. La naturaleza del odio. Grupo Planeta (GBS), 2010.
  3. COLBERT, Don. Emociones que matan. Grupo Nelson 2003.

 

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